martes, 14 de septiembre de 2010

sábado, 1 de mayo de 2010

El empleo

Esta dirección los remite a un corto que no pude subir directamente al blog. Seguiré intentándolo, pero mientras, pueden entrar acá y verlo.

sábado, 24 de abril de 2010

1º de MAYO: Día Internacional de los Trabajadores

1º de MAYO: Día Internacional de los Trabajadores

Desde hace más de un siglo, todos los 1º de mayo, la clase trabajadora de distintos lugares del planeta sale a las calles a reclamar por sus derechos. Así, año tras año, millones de obreros, empleados y estudiantes siguen exigiendo una jornada laboral limitada, salarios dignos y mejores condiciones de vida. Para saber por qué esta protesta se realiza en esa fecha debemos remontarnos hasta el 1º de mayo de 1886, y ver cuáles eran las condiciones de vida de los obreros en ese entonces.


Las condiciones de vida de los trabajadores a fines del 1800
En el siglo XIX (desde 1800 hasta 1900) se desarrolló en algunos puntos de América un proceso de industrialización. Es decir, de instalación de fábricas con maquinarias modernas, iguales o similares a las que ya había en varios países de Europa. El lugar de América donde se crearon más industrias o fábricas fue Estados Unidos. Allí, en esas fábricas, grandes cantidades de obreros solían trabajar muchas horas por día (entre doce y dieciocho horas al día, en muchos casos). Y lo hacían a cambio de un salario que muchas veces les alcanzaba apenas para sobrevivir: no podían comprar los alimentos mínimos, ni pagar los alquileres. Estas mismas condiciones de trabajo se imponían en las fábricas de Europa.
Frente a esta situación extrema, los trabajadores de distintos lugares se organizaron para reclamar por una jornada de ocho horas diarias de trabajo y mejores salarios. A este movimiento se lo conoció como "movimiento de las ocho horas".

El 1º de mayo de 1886
El 1º de mayo de 1886 se llevó a cabo una huelga general en EE.UU. Hubo manifestaciones en todo el país. En respuesta a la huelga, en algunos estados los dueños de empresas concedieron a los trabajadores el derecho a una jornada laboral más corta sin reducirles los salarios. En otros estados, los empresarios y los funcionarios de gobierno decidieron reprimir las movilizaciones obreras. Ante esta respuesta los trabajadores decidieron continuar con las medidas de fuerza. El 3 de mayo, en el estado de Chicago la policía disparó contra los manifestantes. Al día siguiente, en la desconcentración de un acto anarquista, una bomba explotó en el parque Haymarket Square. Hubo varios heridos y un policía resultó muerto. La respuesta de los policías fue inmediata: abrieron fuego contra los trabajadores. Nunca se dio una cifra, siquiera aproximada, del número de asistentes al acto que murieron en o a causa de la represión policial.
Las autoridades de gobierno de Chicago y su policía desataron entonces una persecución contra muchos de los dirigentes sindicales. Se buscaba un culpable... o varios. ¿Y qué mejores "sospechosos" para las autoridades que la plana mayor de los grupos anarquistas de Chicago?
De modo que se ordenó el arresto del inglés Samuel Fielden, de los alemanes Hessois Auguste Spies, Michael Schwab, George Engel, Adolph Fischer y Louis Lingg, y de los norteamericanos Oscar Neebe y Albert R. Parsons. Todos eran importantes dirigentes de los trabajadores. La mayoría fueron arrestados en pocos días, aunque no fueron los únicos. Bastaba la sospecha de participar en el movimiento sindical para ser encarcelado.

El juicio y las condenas: LOS MÁRTIRES DE CHICAGO
A estos detenidos acusados por la muerte del policía se los llevó a juicio. A los responsables de la represión de trabajadores que murieron en la protesta del 1º de mayo, no se los juzgó. El juicio a los trabajadores fue sumamente irregular e injusto. No se pudo probar la relación de los acusados con la explosión de la bomba; pero esto no pareció tener ninguna importancia. La mayoría de los acusados fue sentenciada a la horca. George Engel dijo al tribunal que lo condenaría a muerte:
"¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones, otros crezcan en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos".
Los "ocho de Chicago" fueron declarados culpables y ahorcados el 11 de noviembre de 1886.
Finalmente, la reducción de la jornada laboral fue convertida en ley en muchos países. Esos trabajadores injustamente ahorcados, conocidos como los MÁRTIRES DE CHICAGO, son un símbolo de la lucha de millones de trabajadores por una vida más justa. Actualmente, muchas de estas conquistas se están perdiendo; por eso el reclamo por condiciones de vida dignas, incluido el cumplimiento de la jornada de 8 hs, sigue estando presente en muchas protestas.

LOS MÁRTIRES DE CHICAGO

LOS MÁRTIRES DE CHICAGO

 Las condiciones laborales

Hacia fines del siglo XIX las condiciones en que vivían y trabajaban los obreros de las industrias eran deplorables. Un historiador describe la situación de los trabajadores de Chicago, Estados Unidos, de la siguiente manera:
“Vivían en su mayoría en las peores condiciones. Muchos trabajaban aún catorce o dieciséis horas diarias, partían al trabajo a las cuatro de la mañana y regresaban a las siete u ocho de la noche, o incluso más tarde. De manera que jamás veían a sus mujeres y a sus hijos a la luz del día. Unos se acostaban en pasillos y desvanes, otros en chozas donde se hacinaban tres o cuatro familias. Muchos no tenían alojamiento. Se los veía juntar restos de legumbres en los recipientes de desperdicios, como los perros, o comprar al carnicero algunos centavos de recortes.”
Frente a esta situación extrema, los trabajadores se organizaron para reclamar por su situación. Comenzaron por exigir un límite legal de la jornada a ocho horas diarias. A este movimiento se lo conoció como movimiento de las ocho horas.
A pesar de lo justo que esto hoy pueda parecer, algunos periódicos de la época no lo consideraban así. Uno de ellos, el Illinois State Register, calificaba al movimiento de las ocho horas de “indignante”; y así lo explicaba:
“Una de las más consumadas idioteces que se hayan sugerido nunca acerca del trabajo es el llamado movimiento de las ocho horas. La cosa es realmente demasiado tonta para merecer la atención de un montón de lunáticos y la idea de hacer huelga para conseguirla es tan ridícula como hacer huelga para cobrar sin trabajar.”
Los sindicatos de Estados Unidos y Canadá se reunieron en octubre de 1884 y resolvieron que “a partir del 1ro de mayo de 1886, la duración de la jornada laboral será de ocho horas”. Para lograr este cometido, los obreros comenzaron a organizarse.

 El 1ro de mayo de 1886
La resolución despertó gran interés y surgió un fuerte sentimiento de solidaridad que unía a los trabajadores cansados de la explotación. A medida que se acercaba la fecha clave del 1ro de mayo de 1886, parecían crecer sus ganas de luchar.
El 1ro de mayo se llevó a cabo una huelga general. Hubo manifestaciones en todo el país. En algunos estados los dueños de las empresas concedieron a los trabajadores el derecho a una jornada laboral más corta. En otros estados, los empresarios apoyados por el poder local decidieron reprimir las movilizaciones obreras. Ante esta respuesta, los trabajadores prolongaron las medidas de fuerza.
El 3 de mayo, en Chicago, la policía disparó contra los manifestantes. Al día siguiente, una bomba estalló en la calle y dejó un saldo de varios heridos y un policía muerto. La respuesta fue inmediata: los policías abrieron fuego contra los trabajadores. Muchos de ellos murieron a causa de la represión.
Se declaró el estado de sitio en todo Chicago y se detuvo indiscriminadamente a centenares de obreros y líderes sindicales. Muchos fueron torturados buscando algún responsable por la bomba. ¿Y qué mejores sospechosos para el poder que los dirigentes obreros? Esos que la prensa titulaba de “brutos asesinos”, “rufianes rojos”, “monstruos sanguinarios” y “fabricantes de bombas”.
De modo, pues, que en los días siguientes se ordenó el arresto de varios obreros: Fielden, inglés; Spies, Schwab, Engel, Fischer y Lingg, alemanes; y Neebe y Parsons, norteamericanos.

 El juicio
El juicio fue sumamente irregular. No se pudo probar la relación de los acusados con la explosión de la bomba; pero a la hora de la sentencia, esto no tuvo importancia. Engel, uno de los obreros, se defendió ante el tribunal:
“¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones, otros crezcan en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y los inventos de los hombres deben ser utilizados en beneficio de todos. Las leyes de ustedes están en contra de los hombres y mediante ellas robáis al pueblo el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar.”
Finalmente, los ocho de Chicago fueron declarados culpables y ahorcados el 11 de noviembre de 1886. Antes de que la trampa se abriese bajo sus pies, cada uno tuvo tiempo de exclamar:
Fischer: “¡Vivan nuestras ideas! ¡Éste es el momento más feliz de mi vida!”
Parsons: “¿Se me permitirá hablar? ¡Oh, hombres de América! ¡Dejadme hablar! ¡Dejad que se escuche la voz del pueblo!”
Spies: “¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que vosotros estranguláis!”

Tiempo más tarde la reducción de la jornada laboral fue convertida en ley en todo el mundo. Los Mártires de Chicago son un símbolo de la lucha de millones de trabajadores por una vida verdaderamente digna.
Lamentablemente, a nosotros nos toca ser parte de un momento histórico en el que todas esas conquistas se están perdiendo…
Pero a pesar de todo, las luchas de aquellos mártires hoy se resisten a quedar en el olvido.




Resumen de Gregorio Selser, Historia del movimiento obrero, fascículo 24; Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1973.

DE PASADOS, PRESENTES, CULTURAS Y TRABAJO

DE PASADOS, PRESENTES, CULTURAS Y TRABAJO

La huelga general del 1º de mayo de 1886 perseguía un fin: reclamar ocho horas de trabajo bajo el lema: “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. Esta simple consigna contiene tanto la lucha por las condiciones de trabajo como sus consecuencias en la vida de todo trabajador. El desarrollo de luchas obreras durante la primera parte del siglo XX provocó mejoras en las condiciones laborales, costando esfuerzo y muchas vidas a los trabajadores. Sin embargo, sus conquistas fueron perdiéndose en la última parte del siglo, dejando a los trabajadores en condiciones parecidas a las del siglo XIX.
¿Por qué se perdieron? Por muchos factores. Uno de ellos, tal vez de los más importantes, fue y sigue siendo la destrucción de la cultura obrera: la destrucción del modo de pensarse a sí mismos que los trabajadores, en su gran mayoría, tenían, propagaban y afianzaban a cada paso.
CRISIS DE LA CULTURA OBRERA
“¿Quiere que le diga cuáles son las ideas más importantes que nos hacen ser como somos? Son tres: La Solidaridad, La Fraternidad y el Apoyo Mutuo. Con esos tres eslabones se puede enarbolar una bandera. La Solidaridad es la de aquel que por oportunidad dispone de un pedazo más de pan y se lo brinda a otros. La Fraternidad trata del amor al prójimo: los trabajadores se abrazan en una batalla por conseguir un Convenio mejor. Y el apoyo Mutuo significa que uno con otro y otro y otro van formando un bastión. Y ahí se va a tropezar el que viene a embestir.” J. Domingo Trama
Paralelamente a la conformación de una cultura sostenida en estos vínculos, las clases dominantes introducían cambios en la manera de organizar el trabajo que, combinados con distintas acciones represivas y de control, minarían la cultura obrera. Antes, dentro de los ámbitos laborales la circulación de conocimiento giraba en torno a la especialización. Ésta implicaba un saber que iba pasando de los obreros especializados a los aprendices, luego de un largo proceso de aprendizaje del oficio. Una característica principal de esa cultura obrera era que el dominio del oficio se traspasaba de trabajadores a trabajadores, estableciendo vínculos y códigos en un proceso regido exclusivamente por obreros.
“Aprendieron a verse como una clase obrera única, y a considerar este hecho como el más importante, con mucho, de su situación como seres humanos dentro de la sociedad (…) Los unía, por último, el elemento fundamental de sus vidas: la colectividad, el predominio del “nosotros” sobre el “yo”. Lo que proporcionaba a los movimientos y partidos obreros su fuerza era la convicción, justificada, de los trabajadores de que la gente como ellos no podía mejorar su situación mediante una actuación individual, sino sólo mediante la actuación colectiva”
El fordismo y el taylorismo impactaron en esta característica: como los requerimientos para la “cadena de montaje” eran mínimos, no había necesidad de calificación en el obrero. De aquí que el nuevo movimiento obrero fuera diferente al del período anterior: “La nueva organización obrera sufre un cambio en la fuente de su poder. Mientras que los sindicatos de oficio lo basaban en el saber hacer, el nuevo sindicato lo basará en su unidad, su masividad” . Se pasa de la transferencia y circulación de los conocimientos dentro de los trabajadores a una dependencia de la clase dominante. La cultura obrera, que además del aprendizaje de los oficios contemplaba escuelas, ateneos, bibliotecas, prensa y grupos artísticos, comienza a disgregarse. Los trabajadores pierden autonomía y ganar dependencia.
Cabe señalar que en este período es donde empiezan a aparecer lo grandes medios de comunicación de masas (radio y TV) que cumplen en esta época un importante rol de dominación y control para el conjunto de la sociedad.
CRISIS DE LA ORGANIZACIÓN
Los gremios organizados y los sindicatos fueron las formas de organización que expresaron la cultura obrera, identidad de clase basada en la autonomía. Sin embargo, con la transformación al sindicalismo de masas “…los vínculos de identidad y pertenencia comenzaron a debilitarse y a fortalecerse los instrumentales: vínculos de tipo utilitario, para conseguir una meta, que resultan alienantes y destructores de la identidad y la autonomía (…) Pasan a convertirse en “agencias prestadoras de servicios y asesoramientos”, se produce una disociación entre el movimiento social y la acción reivindicativa y dejan de jugar un papel anticapitalista para actuar como reguladores dentro del sistema”
SOBRE LOS OLVIDOS
Los cambios hacia dentro de los ámbitos de trabajo, el papel que juegan los sindicatos de masas y la instalación, progresiva y a la vez violenta, de políticas neoliberales fueron erosionando y transformando no sólo la cultura obrera sino también su memoria colectiva, destruyendo los canales que podían asegurar su transmisión.
"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.”
CULTURA DE DOMINACIÓN
La crisis de la cultura obrera y su potencial desaparición implicó su reemplazo por otra. Donde antes circulaba una identidad capaz de oponer su fuerza a las diferentes formas de opresión, aparece un control disperso operado a través de herramientas, disímiles pero combinadas, como la tercerización laboral, la subocupación, la desocupación y nuevas formas de esclavitud, la acción de los medios formadores de masas y el consumismo, consolidando una nueva cultura: una cultura de dominación.
SOBRE LAS MEMORIAS
Sin embargo, por distintos medios, la memoria de esa cultura obrera de fines del siglo XIX y comienzos del XX llega hasta nosotros en este presente regido por un poder disperso pero efectivo en desarticular solidaridades, en aislar reclamos de iguales y en frenar la organización fraterna.
“Entre los trabajadores del Carro, había uno que se llamaba “copador”, faltaba uno y entraba él y copaba. Y cuando el otro hacía los cinco o seis días de la semana, un día se le daba a él, no se le daba la plata: se le daba el carro y que fuera a trabajar (la llamada “changa solidaria”). El día solidario. Entonces cada tropa, cada corral, tenía un hombre en la puerta, o dos, para ser solidarios (…) Usted iba a trabajar, cuando trabajaba dos o tres días, se equiparaba el sueldo. Yo faltaba un día a la semana y entraba a trabajar otro compañero. Se le exigía al patrón que tomara al compañero. Y así sucesivamente” Osvaldo Damonte.
SOBRE EL DESPUÉS
¿Es posible rescatar la memoria de aquella cultura obrera y a partir de ella generar una cultura que recupere lo mejor de esa tradición y permita construir un presente de dignidad para los trabajadores? ¿O las crisis que devinieron en derrotas son irremontables? Responder a preguntas como éstas puede ser una tarea necesaria en este después que vivimos como presente.

El 1° de Mayo en la Argentina

El 1° de Mayo en la Argentina

El 1º de mayo de 1886 comenzó en Chicago un movimiento en reclamo de las ocho horas de trabajo. La manifestación fue brutalmente reprimida y terminó con la ejecución de cuatro trabajadores anarquistas, ahorcados tras un proceso irregular el 11 de noviembre de 1887. En 1889, la Segunda Internacional decidió instituir el Primero de Mayo como jornada de lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que murieron luchando por una jornada de ocho horas. En el país, la primera conmemoración tuvo lugar el 1º de mayo de 1890. A continuación reproducimos un artículo de la Revista Panorama, publicado en mayo de 1970, donde Oscar Troncoso recorre más de 70 años de luchas obreras en la historia argentina.
Autor: Revista Panorama Nº 210, Oscar A. Troncoso, 4 al 10 de mayo de 1970.
En plena zona de la Recoleta se celebró por primera vez el Día de los Trabajadores en la Argentina. En la sede del Prado Español, ubicado en lo que hoy es uno de los barrios exclusivos de Buenos Aires, la reunión se inició a las 3 de la tarde del 1° de mayo de 1890 y juntó a 2.000 personas, una concurrencia numerosa para la época. Al día siguiente, los asistentes se enteraron de que habían perdido su jornal “por faltar al trabajo”.
Por iniciativa del club de trabajadores alemanes Worwaerts se había constituido un comité obrero para convocar al mitin a todos los asalariados. Para eso redactaron un manifiesto en el que explicaban, que “reunidos en el Congreso de París del año pasado los representantes de los trabajadores de diversos países, resolvieron fijar el 1° de mayo de 1890 como fiesta universal de obreros, con el objeto de iniciar la propaganda en pro de la emancipación social”.
En el mitin hablaron varios oradores señalando “las deplorables condiciones de trabajo en todos los gremios” y reclamando la limitación de la jornada a ocho horas. Los diarios comentaron con asombro ese hecho, al que consideraban “extraño a las costumbres del país”. La Nación dijo, por ejemplo, que “había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos mucho”. Otro periódico, La Patria, ironizaba porque “todos los oradores hablaron en el sentido de que era necesario que se aumentaran los salarios y se disminuyeran las horas de trabajo, lo que es algo que sobrepasa los límites de los excelente”.
Más avisado, el cronista de El Nacional, recalcó que en los discursos se observaban “bien dibujadas las diferencias que aquí, como en todas partes, dividen a los obreros en dos grupos: anarquistas y socialistas”. La reflexión fue confirmada cuando estos últimos, al año siguiente, prepararon un acto similar; recibieron la negativa anarquista y la celebración fracasó.
A SANGRE Y FUEGO. Las conmemoraciones del 1° de mayo se reiniciaron cuando cada fracción del movimiento obrero organizó actos en forma independiente, aunque las condiciones del medio ambiente fueron adversas y con características luctuosas en 1904 y 1905.
En 1909 los hechos tomaron rasgos muy graves al atacar la policía el mitin anarquista en la plaza Lorea, provocando catorce muertos y ochenta heridos. “Ancianos, hombres inermes, madres con sus hijos en brazos- decía un manifiesto- han sido fusilados por la espalda cuando para salvarse se alejaban. ¡Viva la huelga general! ¡Fuera el jefe de la policía, el verdugo de Falcón!” El dolor obrero unió a socialistas y anarquistas, y el lunes 3 el trabajo se paralizó completamente. Durante el entierro de las víctimas se produjeron nuevas refriegas con la policía, se levantaron barricadas y los tiroteos duraron toda la noche. Por ocho días se detuvo en absoluto la vida industrial y comercial de Buenos Aires en una de las actitudes más enérgicas y duraderas que registra el movimiento obrero argentino y que se conoció como la “huelga general de la semana de mayo”.
Los ánimos quedaron encrespados y unos meses después una bomba anarquista arrojada por Simón Radowitsky mató al coronel Falcón y a su secretario. La represalia no se hizo esperar; expulsaron del territorio nacional a los militantes obreros extranjeros y encarcelaron por centenares a los argentinos. Cuando se acercó el 1° de mayo del años centenario de la Revolución de 1810, los sentimientos patrióticos se exacerbaron y grupos de niños bien, amparados por la policía, atacaron, destruyeron e incendiaron bibliotecas, locales sindicales y empastelaron la redacción y los talleres de La Vanguardia y La Protesta.
DUELO Y FIESTA. En los años sucesivos alternaron la represión con la seducción. Fue cuando apareció la Liga Patriótica, de Manuel Carlés, impartiendo a los obreros lecciones de “amor al país”, premiaba a los trabajadores no agremiados y costeaba obras de beneficencia por intermedio de las damas de clase alta. Durante los 1° de mayo estas señoras repartían ropas a los pobres, junto con catecismos “para que fueran buenos y no existieran luchas sociales”, tal como lo proclamaban los volantes de la época.
No obstante todos los inconvenientes y las desnaturalizaciones, la fecha obrera se fue afirmando paulatinamente, hasta llegar al 28 de abril de 1930, cuando el presidente Hipólito Yrigoyen decidió instituir el 1° de mayo como “fiesta del Trabajo en todo el territorio de la Nación”, porque según los considerados “es universalmente tradicional consagrar ese día como descanso al trabajo”.
Producido el movimiento militar del 6 de septiembre de 1930, tuvieron que hacerse al año siguiente insistentes gestiones ante el presidente Uriburu para que autorizara los actos del 1° de mayo. Obtenido ese permiso en 1931, pudieron desfilar los socialistas con grandes carteles que decían: “Por una Argentina grande y justa, económicamente próspera y políticamente libre”.
Durante la década de los años 30 las condiciones fueron difíciles para la tradicional recordación y las manifestaciones obreras en esa fecha desfilaban por las calles, solían pasar por casas con puertas atrancadas y ventanas cerradas. Es que seguía imperando el miedo tradicional, nutrido por los graves sucesos de la época, temiéndose que algo imprevisto y terrible fuera a suceder. Hacia 1940, en un gran acto del 1° de mayo, militares de trabajadores argentinos repudiaron desde Buenos Aires el avance del nazismo europeo y reclamaron medidas progresistas en el país.
Después del golpe militar del 4 de junio de 1943, en los festejos del 1° de mayo de 1944, los comunistas chocaron con la policía en plaza Once, registrándose gran número de heridos. Al año siguiente, esa celebración coincidió con la caída de Berlín y con los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, lo que motivó una severa vigilancia por parte del Ejército para evitar que se realizaran manifestaciones en favor de los países aliados.
BAILES Y REINAS DEL TRABAJO. A partir del 1° de mayo de 1947 las características variaron sustancialmente, porque fue la primera celebración bajo el gobierno peronista. El programa de festejos fue en esos años más o menos similar: comenzaba con un discurso del secretario general de la CGT, otro de Evita y culminaba con la palabra de Perón. Luego se presentaban números artísticos en los que intervenían figuras populares (Hugo del Carril, Antonio Tormo, Hermanos Ábalos) y tras un gran desfile de carrozas se elegía la Reina del Trabajo. Los opositores (socialistas y comunistas, entre ellos) debían recordar la fecha en días anteriores y en actos que sólo eran permitidos fuera del radio céntrico.
Sin embargo, el último 1° de mayo que Perón vivió desde la Casa Rosada tuvo otra tónica. Fue en 1955: el secretario general de la CGT, Eduardo Vuletich, después de atacar violentamente a la Iglesia Católica, manifestó que “la central obrera, por intermedio de sus legisladores, postulará eliminar la enseñanza religiosa y separa a la Iglesia del Estado”. A su vez, el propio Perón completó aquella idea: “el Pueblo, por medio de sus representantes, ha de decir su última palabra. Si el pueblo decide que han de irse, se irán”.
ANTIPERONISMO Y RETORNO. Derrocado Perón, los opositores recobraron aquel derecho y lo perdieron los peronistas. En 1956 el Partido Socialista realizó una gran manifestación bajo el lema: “Otra vez el 1° de mayo libre y obrero. ¡Viva el legado de Mayo y Caseros!”; la gran columna partió desde la destruida Casa del Pueblo y llegó hasta el monumento de Sáenz Peña, donde se había levantado un palco para los oradores. “Fuimos leales a la clase trabajadora –dijo entonces Américo Ghioldi- a la que no abandonamos, a la que no negamos por sus errores”.
En 1964, durante la presidencia de Arturo Illia, los actos se desarrollaron sin mayores incidentes; la CGT se limitó esa vez a depositar una corona de flores junto al monumento al general San Martín, anunciando la aplicación de la Segunda Etapa del Plan de Lucha. Andrés Framini en el Sindicato de Obreros del Caucho se refirió al regreso de Perón al país, “que se efectuará -afirmó- previa visita a Egipto, India y la China de Mao. No habrá resistencia que impida su reintegro a la vida argentina”.
Al año siguiente la CGT recordó el 1° de mayo en la plaza Once. Allí habló José Alonso, secretario general, se produjo un gran desorden y fue desalojado de la tribuna por peronistas en desacuerdo con su conducción; cuando pudo recuperar el micrófono, terminó su discurso con esta advertencia: “No pierdo el tiempo haciendo el juego a la reacción con gritos y ruidos y me dedico a trabajar por los trabajadores”. Declaró en esa fecha iniciada la Quinta Etapa del Plan de Lucha.
PROHIBIDO Y CONSAGRADO. La “revolución argentina” inaugurada por el general Juan Carlos Onganía prohibió la conmemoración del 1° de mayo con actos públicos. Pero al cumplirse el primer aniversario bajo su gobierno, en momento en que el cardenal Antonio Caggiano celebraba en la Catedral metropolitana la Misa del Trabajador, fue interrumpido por un grupo de jóvenes capitaneados por Juan García Elorrio, quien intentó leer esta oración: “En este día doloroso no pueden expresar libremente las angustias de sus familias y sindicatos frente a la acción devastadora de un plan económico al servicio del capitalismo”. El mismo día, el obispo de Avellaneda Jerónimo Podestá afirmaba que la misión sacerdotal “no consiste tanto en hacer algunas obras para mitigar el mal, cuanto en denunciar la injusticia de una estructura social basada en algunos principios que poco tienen de evangélicos”.
Es que el 1° de mayo había dejado de ser la celebración de un grupo de rebeldes, para convertirse en una jornada de afirmación política, de lucha social, de reivindicación proletaria y también de homenaje silencioso. Ya no interesa mayormente la forma en que se lo conmemora, puesto que su perdurabilidad está asegurada por más de siete décadas de historia argentina.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar

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